martes, diciembre 15, 2009

En la mira

El Poder Ejecutivo débil y otros cuentos

Óscar Constantino Gutiérrez


La reforma fiscal, el uso desmedido de recursos públicos para cuestiones policiacas y la designación de Agustín Carstens como gobernador del Banco de México (Banxico) son evidencias de que Felipe Calderón ejerce el poder sin restricciones y que el discurso del Ejecutivo débil es un mito.


El presidente de la República cometió un exceso más al proponer a su Secretario de Hacienda como nuevo titular del organismo autónomo que cuida el valor de la moneda, el Banxico. Lo peor de todo es que resulta muy probable que Carstens sea avalado por el Senado y que el Banco Central se convierta en una dependencia más del Poder Ejecutivo. ¿Entonces para qué tenemos en México organismos públicos autónomos como si fueran hongos en un bosque húmedo, si finalmente su autonomía no la defiende fuerza política alguna? Lo más sorprendente no es que Calderón tenga el descaro de nominar a un subordinado para encabezar una entidad que debe tener toda la independencia para mandar al demonio las sugerencias del presidente, sino que lo pasmoso es que el Senado vaya a arrodillarse ante la presidencia: valiente división de poderes que, cómicamente, en este caso no vale dos pesos.


El mismo olor a política entrometida puede percibirse en la nueva designación de ministros de la Suprema Corte y en la del titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos: este presidente de México permite (y alienta) que se propague el cuento de que México necesita una reforma que le dé fuerza al Poder Ejecutivo, porque el pobrecito no puede gobernar con una Constitución tan injusta. Ese discurso de invocar la efectividad para justificar la concentración de poder (o el poder sin controles) es típico del fascismo y de otras ideologías totalitarias. Por ello, el borrador de la ley mexicana para combatir el secuestro, peor que la Ley Patriota estadounidense, es un ejemplo claro de lo que pretende este gobierno federal contra los mexicanos: no le bastó con ganar la presidencia por un porcentaje ridículo y sumirnos en una crisis y recesión que, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) será peor en México que en el resto de la región, sino que ahora quiere hacer una alfombra con las libertades y derechos básicos de las personas. Si a esto se agrega la intención de Javier Lozano de mutilar la Ley Federal del Trabajo para abaratar aún más la mano de obra de mexicana (es decir, pagar peores salarios a los empleados), sin duda puede afirmarse que estamos en la antesala de un estado represor y de ultraderecha.


Pero las otras fuerzas políticas tampoco hacen su trabajo, mucho menos el PRI que se ha convertido en la Celestina de las políticas panistas. Los priistas se dedican a negociar aumentos de impuestos, designaciones disparatadas en el Banxico o validar políticas totalmente contrarias al espíritu social que se supone guía al Revolucionario Institucional: si esos son los contrarios que deben fungir como contrapesos de la presidencia, hemos llegado al caso en que lobos y sabuesos se volvieron compadres.


Peor aún, los priistas han permitido que los panistas los engañen con espejitos (como los proyectos de Tren Ligero a funcionar hasta dentro de 4 años, mientras los macrobuses empiezan a construirse en cuestión de meses), así que además de actuar con complicidad cotidiana con el PAN, los tricolores suelen ser embaucados en los demás temas en que supuestamente deben dar oposición y cara a los blanquiazules: dolo, ingenuidad, incompetencia y negligencia no suelen ser buenos ingredientes para la operación política.


No existe justificación institucional alguna para que el Presidente de la República tenga la última palabra en todo tema, intervenga en las designaciones de funcionarios de otros poderes del Estado o cuente con facultades pare revisar o vetar las decisiones de otras autoridades. A final de cuentas, el presidente sólo es el titular de la rama ejecutiva del gobierno y sus acciones deberían limitarse al ejercicio de las funciones administrativas y de gobierno que únicamente entrañan aplicar las leyes. Incluso, el carácter de Jefe de Estado del presidente está en un plano distinto de las tres ramas del gobierno, por lo que no es pretexto válido para buscar la manipulación de las legislaturas, tribunales y organismos públicos autónomos. Un buen comienzo para erradicar ese abuso de poder sería que se derogaran las disposiciones que facultan al presidente para proponer funcionarios de otros poderes u órganos, revisar u observar procedimientos e intervenir en temas que no son los propios del exacto cumplimiento de la Ley.


Urge un rediseño institucional, sin duda, pero dirigido a amarrarles las manos al presidente de México y a los Ejecutivos de las entidades federativas: Jalisco, con sus macrobuses y presupuestos dedicados a museos en la Barranca de Huentitán, es una muestra palpable de que el absolutismo no ha muerto, vive en el corazón de los gobernadores.

oscarconstantino@gmail.com

viernes, marzo 13, 2009

La derrota de Garza y el canto del cisne

Y perdieron. De nada sirvieron los ataques personales, insultos y descalificaciones que hicieron de sus contrincantes. Perdieron. La derrota de Fernando Garza no es huérfana, tiene muchos padres, reales e inventados, pero el hecho es que, en la búsqueda de la candidatura panista a la alcaldía de Guadalajara, Jorge Salinas le ganó.

Los que no somos militantes de partido alguno (y de todos modos nos tuvimos que recetar la diarrea de correos propagandísticos) vimos como Germán Martínez pasó de ser “nuestro jefe nacional” (nuestro de ellos, los panistas, obviamente) a “el que se ostenta como jefe nacional”. ¿Por qué esos panistas transitaron del sentimiento de pertenencia, del “nuestro”, al “ese que se ostenta”, que evidentemente implica que no se le reconoce autoridad al líder partidista? Sencillo, porque Germán Martínez les dijo, previo a que se realizaran las elecciones, que respetaran los resultados de las contiendas primarias en su partido, sean cuales fueren, que no se hicieran como “el Peje”. Por eso Germán perdió legitimidad ante sus ojos.

Los garcistas señalan que la contienda no fue limpia, que el padrón tenía mil 300 afiliaciones que no debieron proceder y que hubo presiones contra quienes votaron. Garza ya impugnó el resultado y anuncia que irá ante la justicia federal si no se invalida el resultado y/o se le designa a él como candidato. ¿Por qué Fernando Garza compitió si, según él, las condiciones eran inequitativas de origen? Los más ácidos dicen que se registró como precandidato porque de otra forma no hubiera podido impugnar el resultado, los más ingenuos sostiene que tenía la esperanza de ganar a pesar de que el escenario era desfavorable. Lo cierto es que su precandidatura, emergente, así como su derrota, parecen ser el canto del cisne de la otrora poderosa corriente neopanista en Jalisco. Los neos perdieron casi todas las candidaturas panistas en contienda en Jalisco, mientras los paquistas se pusieron a la delantera y refrendaron la fortaleza de su grupo.

Jorge Salinas, político joven, bien posicionado y relacionado, dotado de una agilidad verbal impresionante desde su adolescencia, no tenía contendiente desde el momento en que Rodolfo Ocampo declinó subirse al ring. En ese momento parecía que los grupos afines al gobernador Emilio González se habían quedado sin precandidato. Pero Fernando Garza se inscribió de último momento, incluso impugnó el registro de Jorge Salinas y se declaró listo para ganar la candidatura panista a la presidencia municipal de Guadalajara.

Pero no ganó.

Y no triunfó porque le faltaran virtudes. Fernando Garza es un excelente candidato, que ya fue alcalde de Guadalajara y que sabe hacer su trabajo bien. Un hombre que no necesita de la actividad gubernamental para su sostenimiento, uno de esos políticos que los ciudadanos esperaríamos que existieran en mayor cantidad, porque no necesitan de los cargos públicos para enriquecerse. Su derrota proviene del desgaste natural del grupo de derecha radical dentro del PAN (el nombre es lo de menos: neos, yunques, bebetos, del ex comité, etc.), cuyo acceso al poder vino acompañado de novatadas, argumentos insostenibles como “somos inexpertos, pero honestos” y una gestión de lo público ofensiva para los gobernados, ya que trataban de administrar lo que es de todos como si fuera un negocio privado: desde la imposición de creencias y códigos de conducta, hasta la asignación de súper salarios, jugosos seguros para los funcionarios que concluían su periodo, los donativos de dudosa legitimidad, las mentadas a los críticos del gobierno y una inadecuada exposición pública de las relaciones entre el alto clero y el gobierno panista. El bono democrático otorgado por la alternancia sólo duró los tres primeros años del gobierno de Alberto Cárdenas Jiménez. La falta de eficiencia gubernamental, corrupción, fallas en los servicios públicos, tráfico de influencias, políticas urbanas demagógicas (como las vías recreactivas y las ciclovías ubicadas en espacios inadecuados) han generado un saldo político casi tan grave como el que llevó al PRI a la derrota en 1995: Frente a las fallas priistas como las explosiones del 22 de abril de 1992, el homicidio del cardenal Posadas Ocampo en 1993 y la crisis económica de 1994, ahora se tienen los errores panistas como los incendios del Bosque de la Primavera cada temporada de calores desde 1998, las obras viales malhechas, la alteración de lo urbano sin el consentimiento de los vecinos, la amenaza de implementar una vía recreactiva en la Colonia Seattle, la alteración del zoológico Villa Fantasía, la macrolimosna, la macromentada, el uso político de un tema tan delicado como el derecho a la vida, el intento de placazo, la contaminación del Río Santiago y muchas más que no son de la envergadura de los tres grandes errores del PRI, pero que, aunadas a la crisis global de 2008, han llenado el buche de piedritas de los electores.

En esta factura del PAN, el saldo a pagar más grande se le endosa al grupo de derecha radical de ese partido, heredero de los antiguos grupos Zapopan y del ex comité estatal, ahora integrados en una alianza más amplia para hacer frente a los paquistas. Sin embargo, su estrategia ha sido mala, ineficaz: ofender todos los días a Jorge Salinas, a través de correos electrónicos, fue una táctica muy torpe, para decirlo con la mayor suavidad posible. Insistir en un discurso maniqueo, donde unos eran buenos, honestos y virtuosos, mientras los otros eran la personificación del mal, no hacía razonable la concordia que debe darse entre ganadores y vencidos después de una contienda interna, para hacer un solo frente a los demás partidos: el puritanismo político y la descalificación del competidor son dos de los más importantes errores que tuvieron los neos en este proceso, porque hacia dentro de un partido debe haber grupos en competencia, no adversarios o enemigos. Esta posición, sumada a la intolerancia al pensamiento distinto (“los demás están equivocados o son malignos si no piensan y prefieren lo mismo que nosotros”) son los principales pasivos políticos de los neos.

Sin embargo, a pesar del desgaste panista, existen espacios que seguramente ganará el blanquiazul. Sobre todo aquellos donde el PRI no presente candidatos atractivos para el electorado. Pero el cheque en blanco que la sociedad dio al PAN en 1995 ya no tiene fondos suficientes, a 14 años del comienzo de la alternancia en Jalisco. Por el bien del PAN, conviene que Fernando Garza deje su encono contra Jorge Salinas, que muchos ven como parte de una negociación de espacios que, de aceptarse, sería contraproducente para la credibilidad electoral de los panistas. Garza debería estar en la función pública, quizá en el Congreso del Estado o en la presidencia de algún otro municipio, si es que las reglas y tiempos del blanquiazul dan para ese ajuste, pero la alerta amarilla sobre el futuro de los neos se está volviendo roja: si no caen en cuenta de que es antidemocrático descalificar a quienes no piensan como ellos, su futuro cercano estará en la historia y no en la búsqueda del poder.