viernes, enero 14, 2005

La Ley Federal del Trabajo y otros cuentos

Las pirámides son el mejor ejemplo de que, en cualquier tiempo y lugar,
los obreros tienden a trabajar menos.
Georges Duhamel


¿Usted es mujer y una trabajadora competente, que hace su labor mejor que cualquier hombre? Eso no le garantiza el empleo, porque sus empleadores además esperan que no esté embarazada y, a pesar de la notoriamente ilegal de la petición de certificados de ingravidez, los empresarios siguen requiriéndolos.

Si usted es un empleado brillante, que hace su trabajo bien y además lo hace en tiempo, no crea que por eso su jefe le va a respetar su jornada de trabajo y cuidado con que trate de irse a la hora que le corresponde por ley, porque lo despiden por poco cooperativo. Acostúmbrese a trabajas horas extras… gratis.

Superiores que descuentan el día a quien acude al médico, patrones que contratan por ciclos trimestrales o cuatrimestrales, personas que despiden sin otorgar indemnización, son algunos de los miembros de la inmensa fauna de depredadores laborales, quienes acostumbran validar su indebida posición mediante el argumento fácil de que hay pocos empleos y que gracias a ellos hay menos pobreza. Precisamente ese tipo de pensamiento se encuentra detrás del impulso a una reforma a la Ley Federal del Trabajo, uno de esos bellos libros de cuentos producidos por el Poder Legislativo.

No conformes con establecer de manera expresa jornadas de más de ocho horas diarias y utilizar como papel limpiador los preceptos de una ley reglamentaria de la Constitución, existe un poderoso grupo de cabilderos que promueve (con la colaboración del Secretario del Trabajo, Carlos Abascal) una reforma que pretende legalizar la ilicitud. La lista de propuestas hace añicos las bases generales que el artículo 123 constitucional marca para las relaciones de trabajo.

Sin embargo, el problema de la injusticia laboral no se reduce a las perversas intenciones de algunos mercaderes de la fuerza de trabajo. La mala situación de los empleados tiene su principal causa en el deficiente desempeño de las Juntas de Conciliación y Arbitraje, quienes son las responsables de dirigir los procesos que aplican la Ley Federal del Trabajo. La falta de infraestructura, el exceso de trabajo y, sobre todo, la actitud poco profesional de algunos funcionarios hace de la llamada justicia laboral una verdadera pérdida de tiempo. En el ámbito administrativo la situación no es mejor, la semana pasada comentábamos en este espacio sobre el ejercicio deficiente de la Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo, instancia que poco hace para tutelar los derechos laborales.

¿Cuál es el futuro de la Ley Federal del Trabajo? México ha buscado convertirse en un destino atractivo a la inversión a través de la oferta de mano de obra barata. Desafortunadamente ahora los mercados demandan profesionales calificados, no a operarios que cobren sueldos bajos, por lo que resulta desafortunada la apuesta de explotar más a quienes viven de su salario.

El año pasado, un estudiante me consultó para definir una propuesta de tema para participar en el Senado Juvenil. Le sugerí que propusiera una reforma para establecer el derecho penal laboral, con sanciones privativas de la libertad para aquellos que no pagan prestaciones conforme a la ley, hacen abuso de las horas extras o realizan prácticas sistemáticas de incumplimiento de la norma laboral. Me miró sorprendido y señaló que sancionar penalmente a esas personas le parecía demasiado duro cuando ellos sólo buscaban dar empleo a gente que de otra manera se moriría de hambre. Lo miré y le dije: “quizá sea demasiado dura una sanción penal en esos casos, pero nuestros legisladores han establecido a la piratería como delito grave, que no merece libertad bajo caución, ¿qué será más grave, copiar un disco, colgarse de una señal de TV por cable o robarle parte de sus sustento a quien sólo tiene a su esfuerzo para sobrevivir?”

El joven se quedó pensando, le pregunte si éticamente había alguna diferencia entre estafar a alguien y torcer la contabilidad para no repartir utilidades, si era menos grave arrebatar el derecho a la jornada (o al descanso) de robar o abusar de la confianza de otra persona. Rematé el punto: “Resulta indudable que existen malos empleados, pero eso no implica que sus derechos sean desechables. El abuso de confianza es un delito que impacta de manera importante en las relaciones laborales, ¿castigar sí es válido cuando el sancionado es el trabajador?” El estudiante formuló su propuesta en base a mi sugerencia.

En estas épocas en que se habla de una nueva cultura laboral valdría la pena que las campañas de concienciación no fueran dirigidas exclusivamente a los empleados. México necesita buenos trabajadores, pero también requiere de manera urgente de buenos patrones. Ojala 2005 sea el año del ya basta a la visión negrera de la contratación en el sector público y privado. Quizá parezca demasiado romántico, pero en el momento en que asumamos como correcto que la Ley Federal del Trabajo se parezca más a una fábula que a una norma jurídica, no seremos realistas sino indolentes y cínicos.

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