martes, enero 17, 2006

Óscar Constantino Gutiérrez

De la “ciudad amable” a la urbe insufrible

Cuando era niño, se impulsó una campaña que describía a Guadalajara como “ciudad amable”, calificativo absurdo y un tanto petulante. Luego de dos décadas, el término pasó a ser irónico: La capital de Jalisco no sólo carece de amabilidad, sino que cae en lo insoportable y ninguno de sus componentes escapa a ese calificativo, desde sus gobernantes hasta sus servicios, pasando por sus empresas y gente. Para los que somos originarios de esta ciudad la pena es doble, porque no sólo padecemos el entorno actual, también somos responsables por haber permitido su deterioro. Como el espacio de esta columna es finito, sólo expondré algunos ejemplos de esa triste condición:

Mientras las grandes urbes del mundo tienen al menos un importante parque central (por ejemplo Nueva York, Paris o la Ciudad de México), los tapatíos nos hemos conformado con que cada domingo se utilicen las calles de la ciudad como parque lineal. La idea no es mala, ya que regresa a los peatones una parte del dominio que ordinariamente controla el automóvil, pero en un entorno donde la informalidad económica es una plaga, la vía RecreActiva tiene necesariamente un tufillo tianguero, al desviar el uso de las obras públicas como un paliativo a la incompetencia de una administración municipal que fue incapaz de constituir nuevas y mejores zonas verdes. Si a eso se agrega que en el diseño y puesta en marcha de la vía se mezcla la doble moral (una de esas tradiciones tapatías que perduran) con la demagogia, el resultado es irritante: Que se haga la voluntad del señor en la milpa de mi compadre o, lo que es lo mismo, que el parque lineal no esté en Pablo Neruda (donde tengo mi casa) sino que opere en Avenida Vallarta y Chapultepec, así no soporto sus efectos negativos. Cualquier semejanza con los desalojos racistas en el parque Ruben Darío no es mera coincidencia.

Pero el problema no sólo es que Avenida Vallarta tenga las banquetas más deterioradas, o que Chapultepec se llenara de vagos que aprovechan la vía para pedir (o amenazar), los tapatíos hemos adoptado un antijuarismo en nuestras costumbres que es digno competidor de los hábitos hipócritas de las peores sociedades de los siglos pasados: En Guadalajara respetar el derecho ajeno no implica la paz, sino ser un poco tonto. Desde el vecino ratero que se "vuela" los periódicos hasta el empresario que desvanece las utilidades que debe repartir, pasando por el que tira basura en la calle, el que grafitea, el casero que firma recibos de renta sin tener facultades para ello, el secretario de desarrollo urbano al que se le triplican los costos de las obras y el funcionario del Registro Público de la Propiedad al que la alteración de los libros de inscripción era un negocio propiciado por su gran ingenio.

Mi ciudad es de esos lugares donde uno se debe disfrazar para ir de compras, la calidad o precio del atuendo no importa, lo relevante es el look de oficinista. La realidad tapatía se parece a una versión maligna de un anuncio de tarjetas de crédito: "zapatos deportivos de piel 1,200 pesos; pantalón español de algodón negro, 980 pesos; playera oscura con logotipo de colores, 250 pesos; chamarra de cuero, 2,900 pesos; gorra negra deportiva importada, 500 pesos. El fastidio de que la dueña de la pastelería lo trate como apestado por no ir de saco y corbata (aunque use tarjeta dorada o de platino) no tiene precio". La “filosofía del trajeado” se aplica de la misma forma en tiendas departamentales que en tlapalerías, para furia de las líneas casuales o sport de Converse, Gucci, Nike, Armani o el diseñador que le venga a la mente, por lo que el “qué se le ofrece” -expresado por un dependiente o empleado del establecimiento- no es una fina atención al cliente, sino una velada invitación a que no afee con su presencia el establecimiento.

La Perla de Occidente es una ciudad donde los peatones son sospechosos de todo y no tienen derecho a nada, como si la decencia se comprara en las agencias automotrices. Circule después de las diez de la noche con pura fuerza humana (es decir, a pie) y verá que los agentes del (des)orden le preguntarán una infinita cantidad de tonterías, ya que usted es culpable de portar aspecto de pobre. El mismo desplazamiento, en automóvil, no motiva cuestionamientos torpes. Antes no se disculpaba una mancha en la camisa, pero sí una en la honra; ahora la honra es lo de menos, lo importante es que la camisa esté recubierta por un buen carro.

Por razones de espacio muchos ejemplos quedaron fuera de esta columna, pero la muestra está expuesta. Mis deseos para usted son que 2006 sea mejor que 2005 y que Guadalajara deje de ser una ciudad insufrible, ya ni siquiera pido que sea amable.

oscarconstantino@gmail.com

1 comentario:

Tekilux dijo...

Otro signo clásico de la ciudad son las calandrias. Esos bellos vehiculos de transportes tirados por un animal.

En la Guadalajara del siglo XXI, los factores permanecen pero el orden se cambia. Ahora los vehiculos portan al animal en el asiento del conductor.

Mientras el reglamento de tránsito (Art 18) establece que en los cruces (aunque el tiempo del semáforo lo deje a medias) el peatón tiene preferencia de paso sobre el automóvil. La realidad es que el carrito es el amo de la calle, y córrale usted porqué don imbecil va a pasar y tú p*nche pobre de a pata le estorbas.

En una ciudad donde pretenden darle importancia a caminar en las vías públicas sería interesante ver, que de vez en cuando, se realizan obras orientadas a facilitar el tránsito de los peatones