lunes, mayo 14, 2012

Linchamientos "progres"

Difícilmente coincido con Sergio Sarmiento, pero en esta ocasión debo señalar que es incontestable el fondo de su argumento sobre la visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana: si las universidades no dan el ejemplo de un comportamiento civilizado y de un dialogo respetuoso, ¿quién lo hará?
Desafortunadamente, la cortesía, tolerancia y el diálogo respetuoso de frente es algo que no se da entre los jóvenes de la Ibero, así como tampoco es una característica de los estudiantes de la gran mayoría de las instituciones de educación media superior y superior del país. Uno de los malos legados del movimiento de 1968 es el discurso implícito de la impunidad juvenil, que lo mismo alcanza para quemar camiones, que para calumniar, difamar, injuriar, agredir, robar o exigir prebendas y canonjías.
Ahora resulta que invitar a un candidato presidencial para insultarlo es un acto de patriótico orgullo. Lamento disentir, el insulto y el grito sólo demuestra la incapacidad para dialogar, la violencia verbal es tan baja como la conspiración y el ataque traicionero. Quien usa la violencia no es mejor que a quien "ajusticia" con su conducta.
En las redes sociales hubo quien respondió a la reflexión de Sarmiento con que no es un mal comportamiento decirle a Peña Nieto que la Universidad Iberoamericana no lo quiere, "porque es una expresión mayoritaria". Ese alegato no se sostiene, es la típica falacia de mayoría, cuya especie se traduce en que "el pueblo bueno jamás se equivoca... porque es la mayoría". Agregarían algunos que la razón de la infalibilidad popular es que el pueblo es del color de la tierra y es pobre. Sean campesinos furiosos o estudiantes fresas de la Ibero, la fuenteovejuna violenta no es bondadosa, es turba agresora, que lincha y humilla.
Más allá del regocijo que provoca entre los "progres" el incidente en la Ibero, esta agresión fortalece a Enrique Peña Nieto, porque mostró más cordura que la de los supuestos ajusticiadores iberoamericanos. A pesar de tener a la mano el Estado Mayor Presidencial y recursos para repeler estas agresiones, Peña prefirió la vía pacífica. Al tratar de envilecerlo, los "progres" le dieron a Peña Nieto el rostro de un demócrata sacrificado, más tolerante que sus críticos, así como autocontenido en el ejercicio de la reciprocidad: en lugar de pagar violencia con violencia, dio una bofetada con guante blanco. Paradójicamente, quienes lo acusan de represor en el asunto de Atenco, le facilitaron la oportunidad de demostrar que no usa la violencia salvo cuando lo demanda el interés público.
Si las encuestas levantadas después del lunes muestran un aumento en las simpatías electorales por el priista, la moraleja de este asunto será nietzscheana: lo que no mata a Peña, lo fortalece.
-- Desde Mi iPad 2

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