viernes, diciembre 10, 2004

Por insubordinado

Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.
William Blake
Santiago Creel dice que a Marcelo Ebrard lo destituyeron por insubordinado, no por las notorias muestras de incompetencia que dio en los últimos tres años. Más de 20 linchamientos en el Distrito Federal no fueron motivo suficiente para que a Ebrard le dieran las gracias, sino que no reconociera la autoridad de su jefe, el presidente de todos los mexicanos y mexicanas, lo que habla mal de las prioridades del gobierno federal: Un líder inteligente se preocuparía más por tener personal capaz que por contar con subordinados obedientes pero dotados de una incompetencia supina.

Lo cierto es que a las víctimas de la inseguridad pública poco les importa si Ebrard obedecía a Fox o si lo tiraba a Lucas, la mayoría de los ciudadanos no lamentan el relevo del Secretario de Seguridad Pública del DF porque no hacía su trabajo bien. Si el joven Marcelo hubiera sido una especie de Rudolph Giuliani mezclado con William J. Bratton, su destitución hubiera provocado protestas masivas que habrían dejado al nivel de pic-nic a la megamarcha contra la inseguridad del 27 de junio de 2004.

En realidad, que Ebrard deje su cargo es intrascendente, lo alarmante es la posición del gobierno ante los problemas del país. Esta obsesión por el ejercicio del poder jerárquico, por mandar, hace mucho daño a México. La administración de Fox, al igual que la de muchas instancias públicas y privadas del país, está llena de personas incompetentes pero disciplinadas. Malo es un gobierno que premia la estupidez obediente.

Cuando una organización recompensa la disciplina sobre la inteligencia únicamente se tienen resultados en función de los aciertos o errores de la cabeza en la línea de mando, la idea de un sólo cerebro con muchas manos no es la más estratégica en la compleja realidad contemporánea, aunque el modelo lo propusiera el mismo Mark Gruenwald.

Resulta claro que la obediencia es valiosa, siempre y cuando venga acompañada de capacidad y competencia, de lo contrario es sólo un pretexto para fortalecer los lazos autoritarios en los grupos políticos. De la misma manera, la insubordinación puede ser el mayor obstáculo para implementar políticas adecuadas y pertinentes. Lo que Fox hizo con Ebrard es dar un manotazo por cuestionar su sagrada autoridad, es un cese impulsado por el poder, no por la razón. Lo inteligente hubiera sido que el presidente lo hubiera destituido hace mucho tiempo, cuando se empezó a percibir que la seguridad pública en el DF no mejoraba, no ahora que se desafió, torpemente, la potestad constitucional de remover al encargado de esa área en la capital del país

Al resto de la nación no le va mejor que al DF. Enrique Salinas de Gortari pierde la vida en el Estado de México y Fox considera que su homicidio quizá no tenga una causa política. Un debate sobre este punto es bobo por definición: Resulta difícil definir que es más malo, que en México cada día haya más inseguridad y que no se requiera ser político para tener una muerte horrible o ser tan oligofrénico para suponer que los parientes de Salinas de Gortari necesariamente deben morir por motivos políticos. En Jalisco las policías se preocupan más por perseguir a las parejitas que se hacen arrumacos en la vía pública que por detener a los ladrones de autopartes o poner en cintura a los pandilleros. Bajo la perspectiva de lo peligrosa que se ha vuelto la vida en las ciudades de México, resulta irrelevante si a alguien lo matan por ser político, empresario, delincuente o simple ciudadano. ¿A quién le importa si un funcionario es insubordinado u obediente con su jefe, cuando tiene que padecer una administración que no lo protege de los delincuentes, a tribunales que no administran justicia (mucho menos lo hacen de forma expedita) o la vida en ciudades donde cada día hay más embotellamientos, más basura en las calles, más contaminación?

Quizá la parte más triste de esta visión autoritaria es que los mexicanos están hartos de la falta de resultados en el ámbito público y privado. El escaso crecimiento económico, la inseguridad pública, el desempleo y las políticas públicas de corte burocratizante han redundado en una disminución de la calidad de vida de todas las personas en este país.

Ojalá contáramos con más insubordinados en este país, no incompetentes como Ebrard, sino brillantes y valientes, decididos a decir “no, señor, se equivoca y su error es perjudicial para los demás”. Precisamente esa capacidad para repeler la estupidez es lo que nos hace humanos, ya lo decía Gilbert Keith Chesterton: “Algo muerto puede ser arrastrado por la corriente pero sólo las cosas vivas van en contra de ésta". Seamos menos autoritarios y más perspicaces, este país ha sufrido mucho para llegar a la democracia electoral, ya es tiempo de llevarlo al bienestar y al gobierno de la inteligencia, donde lo más importante no sea tener el poder, sino la razón.

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